De entrada, la diputada Cynthia Hotton se queja por el nombre de esta sección. “¡‘Políticos en calzoncillos’ es re machista!”, se lamenta en el soleado Café Martínez de las Cañitas, a dos cuadras de su casa nueva, en refacción desde que se mudó, hace un par de meses. El lamento le sirve a la diputada –ex PRO, hoy en el monobloque Valores para mi País– para relativizar el perfil que ella misma se construyó. Cynthia Hotton es evangélica; habla, sonríe y gesticula con el tono amable que, se presume, tienen los evangélicos.
–¿Cómo define su fe católica?
–Es parte de mi vida. No estoy dividida entre la que va a la iglesia los domingos y la del resto de la semana. Traslado la fe a todas mis decisiones.–¿Cuáles son sus rituales religiosos?–Voy a la iglesia cada domingo. Y, todas las mañanas, antes de salir, leo un versículo de la Biblia junto a mis tres hijos. A veces un minuto y a veces más.
–¿Se hizo evangélica por algún hecho en particular?
–No, soy de toda la vida. Mis dos abuelos eran pastores. Me crié bajo ese formato. En mi familia somos todos evangélicos, padre, marido, hijos, hermanos. Pero no somos un clan, eh.
–¿En algún momento dudó de su fe?
–Me hice preguntas. Cuando vos sentís tanto dolor en el mundo, te cuestionás. A lo largo de veinte años de matrimonio, hay situaciones en las que te preguntás: “¿Qué hago?”. La fe te lleva a la búsqueda de respuestas y eso termina por reforzar la fe.
–¿No buscó respuestas por fuera de la religión?
–Sí, he ido a psicólogos seculares, pero no terminé convencida. También hice una sesión de psicología sobre constelaciones familiares, que estudia cómo influyen los antepasados que quizás uno no conoció.
–Pero al final se quedó con la Biblia.
–Es que para mí la Biblia es la fuente, es el equilibrio y es adonde voy a buscar mis respuestas.
–¿Cómo conoció a su marido?
–En una iglesia evangélica, durante un recital para recaudar fondos para los chicos de la calle. Fue en 1988 y al año siguiente me casé. Yo tenía 19 años, y él, 25.
–¿Cómo fue?
–Él ya me había visto y empezó a averiguar. Fue un caradura total. Se enteró de que yo había vivido en Suiza y, entonces, tomó cuatro clases de francés. Se acercó y me empezó a hablar en francés como una bestia, esperando que yo le respondiera delante de mis amigas. Después, cuando se hizo la hora de volver (porque mi papá era bastante “cuida”), negoció con un amigo mío ser el encargado de llevarme a casa.
–¿Fue amor a primera vista?
–Mmmm, no. De parte de él, sí. Yo tenía que conocerlo más. Me sedujo su nivel cultural; que me hablara de filosofía, literatura y teología de la religión. Así empezó.
–¿Se considera muy rígida en la educación de sus tres hijos (tiene dos mellizas de 15 y un varón de 14)?
–Les inculcamos valores, pero sabemos que es importante que tengan amigos, que salgan, que hagan un pijama party. Nos tranquiliza que su núcleo de amigos comparta esos valores, que estén en lugares en los que no circule droga y estén contenidos en lo que piensan. Pero son chicas comunes, que a veces se mueren por hacer cosas a las que le decimos: “No, más adelante”.
–¿Qué cosas?
–Tema noviazgo. Yo prefiero que esperen. Si a los 15 empiezan a salir, imaginate, a los 25 ya pasaron quince novios. Cuando sos más grande, sabés más qué es lo que querés. Después, por supuesto, ponete de novia, que es un paso que hay que seguir. Pero más adelante.
–¿Usted tuvo novios antes de su marido?
–Ehhh, algunos. Pero no, no, no, no, no, prefiero no contarlo. Fue más de uno pero prefiero no contarlo.
–Si una de sus hijas le dijera: “Mamá, me volví atea”, ¿qué pasaría?
–Sería terrible porque se perdería la fuente de vida. Mis amigas ateas me dicen: “Yo daría cualquier cosa por tener tu fe”. Me pondría a orar muchísimo para que Dios se les revele de alguna manera, porque no la podría obligar.
–¿Con quién habla sobre temas de fe en el Congreso?
–Con muchos diputados, algunos ateos, incluso. Con Victoria Donda, que ya es amiga. También hablo con el socialista Lisandro Viale. Dentro del PRO, con Paula Bertol y Gabriela Michetti. También con Julio Cobos. Siempre les cuento que oro por ellos.
–¿Ora por Cobos?
–Sí, claro. Cuando tengo tiempo, a Cobos le leo algún versículo de la Biblia o se lo mando por mensaje de texto. No tengo ningún problema.
–Con Cobos comparte otro hobby: los maratones.
–Sí, eso estrechó nuestra relación más allá de la política.
–¿Por qué se le dio por correr maratones?
–Cuando era chica, era medio gordita; no podía correr ni cien metros y me hartaba de que me cargaran. Entonces, le pedí a mi profesor de gimnasia que me enseñara a correr. Empecé con una cuadra; al otro día, dos, y así. Adelgacé un montón y descubrí que me encanta correr. Hace cuatro años empecé a competir.
–¿En qué piensa mientras corre?
–Es un gran momento de reflexión porque uno no dedica una hora por día a reflexionar. Ahí, preparo mis mejores discursos y tengo mis mejores ideas. Me compré un grabador y las grabo. Además, aprovecho para orar mientras corro.
–¿Tiene algún otro hobby?
–Canto. Siempre canté. Soy contralto y busco esos tonos. Canté en varios festivales, en el Luna Park y en el Obelisco. Hasta grabé un CD de música góspel.
–¿Y canciones no vinculadas con su fe?
–En mi adolescencia cantaba música de Verdi y Mozart en un coro. Ahora, grito y canto mientras manejo. Con mis hijas, me animo a cantar Red Hot Chili Peppers.
–¿Se reprocha no haber vivido alguna experiencia?
–Lo único: me hubiese gustado ser tenista. Habría sido buena. Por lo demás, hice de todo. Creo.
1 comentario:
Jaja, me mato lo de ser cantante, me hiciste a acordar a mi mama, la verdad me gusto mucho al encuesta. Felicitaciones Cynthia y sigue para adelante que Dios esta con vos.
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